
Y NO TE OLVIDES DE NUESTROS VALORES



A los cuarenta minutos de comenzar mi taller de negociación con el comité de dirección de Elpozo, aprendí una lección para toda la vida. Su presidente se levantó, se me acercó, y me susurró al oído una frase que contenía una palabra desconcertante: «En esta empresa no hay «siperosos«. Si, has leído bien: siperosos. Durante cuarenta minutos usé «si, pero»siete veces. Es esa empresa, quien arranca su discurso con un «si, pero», lo llaman siperoso. Saben por experiencia que la siperoris es altamente contagiosa.
El presidente de Elpozo se sentó. Me disculpé con otro inicio de frase muy común: «es que no sabia», «es que claro, como no conozco su empresa», «es que …». Se volvió a levantar. Vino hacia mi otra vez. Me volvió a susurrar al oído una segunda palabra más desconcertante todavía. Con mucha delicadeza me dijo: «en esta empresa no hay esquerosos. ¿Cómo? Un esqueroso es un colaborador con el que da asco trabajar. Desde entonces, como te puedes imaginar, ya no me han vuelto a llamar para impartir más talleres.
Ojo con la siperosis y la esquerosis porque son contagiosas. Empieza a construir esa cultura de la solución y no del problema. El que pone peros, es un siperoso. El que dice es que, es un esqueroso.
Es más fácil buscar una excusa que una solución.
Del libro :Cómo liderar hoy de Alejandro Hernández


La vida detesta a los fanfarrones, a los que dicen que harán y no hacen nunca. A los que simulan, a los que presumen. A menudo me preguntan por qué personas que no se lo merecen consiguen más cosas que la buena gente. La respuesta es bien sencilla. Quien consigue algo lo consigue porque actúa, para bien o para mal, pero actúa. En lugar de lamentarte por la injsuticia, actua. La vida no entiende de intenciones, sólo de acciones. Si actúas, lo consigues; si no actúas, no. Punto.
Del libro: Jugar con el corazón

El efecto Pigmalión ha sido comprobado en muchas ocasiones: tal como tratas a alguien así se comportará. Se trata de una premisa de la dirección de equipos. El origen de este efecto se halla en un mito griego, el del escultor Pigmalón, que estaba tan enamorado de una de sus creaciones, Galatea, que la trataba como si fuese una mujer real, hasta que la escultura cobró vida.


Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
– «He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los
mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas
palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al
que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese
mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos.
Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi
anillo».
Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos
que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera
dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy
difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por
muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como la familia y gozaba del respeto de todos.
El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:
– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
– «¿Como lo sabes preguntó el rey”?
– “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
– “Pero no lo leas», dijo. «Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.
Caer por el, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento…
Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
– “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”
– “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
– “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le dijo:
– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”
El compromiso aparece cuando la diversión se acaba.Competir y estar comprometido cuando se va ganando, jugar en equipo, es relativamente fácil, pero cuando las cosas se tuercen, los que no están comprometidos buscan los culpables fuera, aflojan la marcha, dejan de creer en los objetivos comunes y se refugian en los individuales y no dan el ciento por ciento de su capacidad. Solo los que están comprometidos enfocan en el equipo cuando las cosas van mal. Como en las relaciones de amistad y de pareja, el compromiso se demuestra cuando las cosas no funcionan bien.
En el verdadero trabajo en equipo siempre se genera una especie de orgullo por pertenecer a él, no por el rol que uno tiene en él, sino por ser parte de ese equipo en particular. Este sentimiento de pertenencia da una fuerza inseparable.

Del libro:Jugar con el corazón
Humildad para reconocer lo errores y dejarse ayudar, y generosidad para hacer el trabajo de los demás si hace falta. Porque nadie es perfecto y nadie puede jugar siempre al ciento por ciento. No es fácil mantener el nivel de rendimiento siempre al máximo. Todos comentemos errores o sencillamente no llegamos a todo.
Cuando estamos más en forma que los demás, o en una posición ganadora, debemos ponernos al servicio del equipo y ayudar al más débil recordando que, de la misma manera que una cadena es tan débil como su eslabón más débil, el integrante más débil determina la fuerza del equipo. Por eso el rival siempre busca tu punto débil, porque desde él podrá romper a todo el equipo. Y si el rival no detecta el punto débil, irá atacando en diferentes puntos , rebotará en los fuertes pero terminará por dar con el débil, y por ahí meterá los goles. Un equipo a veces se comporta como un castillo de naipes: si tocas uno, se caen todos. El equilibrio es muy delicado.

El objetivo de cualquier equipo no debe ser solamente ganar un partido o un campeonato, sino merecer ganarlo. Ganar depende de muchos factores, algunos de los cuales no son controlables: una lesión el día del partido, un viaje accidentado que no te permite descansar bien, una decisión determinada de los árbitros que te puede poner nervioso… ganar es muy difícil. Pero lo que si podemos hacer es trabajar cada día para merecernos ganar ese campeonato, para construir un equipo que merezca ser campeón. El éxito en el deporte no se persigue, sino que se atrae por quien te conviertes día a día. Merecer ganar siempre depende de nosotros, ganar no. Y por eso mismo ganar no es suficiente, hay que ganar y haberlo merecido.Claro que hay equipos que gana sin merecerlo, pero ¿Cuántas veces más ganan?
Del libro: Jugar con el corazón de Xesco Espar
