Me encuentro este relato leyendo un libro y me gustaría regalárselo especialmente a todas las personas de Hidro Rubber que no saben contener su ira en el trato o en la respuesta a los demás. Esas personas que dicen que tienen pronto, o que saltan…
Había una vez un niño que se enfadaba muy a menudo. Una tarde su padre decidió darle una bolsa de clavos y le dijo: “Hijo mío, cuando te enfades saca uno de estos clavos y clávalo en la valla del patio. Te sentará bien desahogar tu frustración”. Al final del primer día el niño había clavado veinticinco clavos en la valla.
Fueron pasando las semanas, y el niño, cada vez más consciente de sus enfados, empezó a clavar menos clavos en la valla. En ningún caso negaba la rabia, pero con el tiempo le resultó más fácil experimentarla en silencio y desprenderse de ella que clavar furiosamente clavos en la valla.
Llegó el día en que consiguió controlar su ira, y entonces su padre le dijo: “Hijo mío, ahora ve a la valla y saca un clavo por cada día en que no hayas podido controlar tu rabia y asumirla de manera responsable”. Al día siguiente, el niño fue a ver a su padre y le dijo que ya no quedaba ningún clavo en la vaya. El padre le contestó: “Estoy orgulloso de ti, hijo mío. Quiero que mires los agujeros que has hecho en la valla. Cuando se dicen las cosas con rabia, irritación o frustración se puede agujerear a las personas de la misma manera que tu has agujereado la valla. Aunque retires tus palabras y pidas perdón, la herida puede permanecer mucho tiempo abierta, así que sé amable y compasivo, y cuida a todas las personas de tu vida. La vida es un viaje corto y no hay nada más importante que las relaciones”.

