Entre los comportamientos más habituales están los siguientes: realizar el trabajo encomendado de forma desordenada e irresponsable, no cumplir con las tareas con las que se ha comprometido, interpretar siempre de forma errónea las instrucciones que se le dan, terminar los trabajos de cualquier manera, afirmar que se ha entendido lo que hay que hacer sin ser así, no llevar al día los asuntos importantes, no cumplir nunca los plazos de realización, retrasar a los demás por no hacer bien su parte, decir que ya está realizado un trabajo cuando no es así, dejarlo todo para el último momento, generando estrés y tensión en el resto del equipo, cometer siempre los mismos errores, no seguir las instrucciones, o incluso quedarse dormido en el trabajo.
Del libro: ¿ Por qué hoy los jefes dirigimos a voluntarios?
