Sí, la vida no es justa. Algunos colegas se escaquean y tu terminas haciendo el trabajo extra; los jefes pueden carecer de preparación para el puesto que ocupan y por eso son incompetentes y a menudo incoherentes; a todos los idiotas de tu entorno los promocionan; hay demasiado trabajo; hay demasiados sistemas estúpidos; y los idiotas te frustran una y otra vez. Es cierto, la vida es una porquería.
Ahora, cuéntame cómo te ayuda murmurar, en cualquiera de estos escenarios. Cuéntame cómo vas a cambiar una sola cosa mediante la murmuración. No vas a cambiar nada. La protesta es una herramienta para perder el tiempo inventada por gente triste que no
tiene suficiente traba]o. Y generalmente son los que están más próximos a los que murmuran. Puede que sean incluso los mismos y es probable que lo sean. Y que cuando hayan terminado de quejarse empiecen a murmurar.
Quejarse no tiene sentido. Es improductivo y no se consigue nada. Todo lo que consigues con quejarte es:
– Que te identifiquen como una persona insignificante, trivial, tonta.
– Poner una cara de enfado muy poco atractiva.
– Perder el tiempo.
– Convertirte en un imán para otros protestones.
– Forjarte la reputación de que no ofreces nada productivo o que ayude.
– Desmotivarte y entrar en un círculo vicioso.
Pero, ¿qué vas a hacer si eres un protestón habitual? Fácil, asegúrate de que siempre que protestes ofreces una solución a la persona de la que te estás quejando. Si no ves una solución, no te está permitido protestar. Prueba esto durante unas cuantas semanas y dejarás de
protestar de una forma totalmente natural.
Protestar en el sentido de hablar mal de otros es algo que se produce invariablemente a sus espaldas. La próxima vez que sientas la necesidad de protestar contra alguien ve y hazlo en su cara. Si no está presente, no lo hagas. Es una regla sencilla, pero funciona. Si tienes algo que decir, dilo en su cara (pero, primero, considera la introducción a esta regla: si no puedes decir nada agradable, cállate).
Del Libro: Las reglas del trabajo

